lunes, 22 de marzo de 2010

Antonio Barbeito, de Aznalcazar, Gines y Sevilla. Un pregonero de la SS sevillana. Un gran sevillista.




Hayer fué el Pregón 2010, de la Semana Santa de Sevilla.
Pero parece ser que se equivocaron los que encargaron el pregón a un trabajador de la palabra y el sentir.
Porque este que solo acude al templo del Sevilla FC, al Sánchez Pizjuán, al hablar de Dios no podía trabajar el protagonismo de la palabra, sino el sentimiento que oculta toda verdad. Para lo cual pidió que no hubiera aplausos intermedios, e incluso el los evitó con su precisa, expresión de comunicar lo que estaba sintiendo, sin dejar espacios. Especialmente la "sagrada duda", como decía S Agustín.

Sigo aquí, Señor, rezando
oraciones que aprendí,
pero al preguntar por Ti,
sigo dudando, dudando.
Señor, por la duda ando
entre preguntas desnudas,
esperando a que Tú acudas
a despejarme neblinas:
yo te arranco las espinas
¡Arráncame tú las dudas!


Y que solo Dios, bién entiende. Pero que a Él se necesita tener en lo mas íntimo del corazón, porque es bueno y te hace ser mejor.
"... y si vengo a pregonarte es porque estoy loco por ti sin saber quien eres. "

Y al ponerse a trabajar sobre el pregón de la Semana Santa de su Sevilla amada, desde el silencio de los olivares de Gines.
“Mi Dios es agrario. Y el Dios agrario, siendo el mismo, es otro allí por donde reina con otra vestimenta.”
“Y allí, las preguntas. Otras preguntas.
Allí Dios tiene otras maneras y otra forma de responder, la misma diferencia que hay entre tus hombres y los míos”.
“Yo a Dios allí lo tuteo en el trigo y en el río que pasa y aquí es otra cosa, un respeto distinto”.

Solo le podía salir una oración. Y un mirar y ver el sentir de esos que trabajan el campo, como su padre, su abuelo y él mismo. Y así le salió algo que incluso puede producir dolor. Los golpes que damos a otros mansos e inocentes.



Es cierto que la SS sevillana, atrae la expectación y curiosidad de los extranjeros. También la admiración y embeleso de la provincia.
Pero no es menos cierto, que mucha gente muy sencilla, acuden a ver el brillo y hermosura de ese Dios cotidiano, al que ellos se agarran en su silencia mientras trabajan duro en la casa o en el campo. Esa gente que lo más que tienen es un distante respeto a los curas y capillitas, pero que se ven solos en sus vidas de trabajo e hijos que cuidar, solos y agarrados, como a clavo ardiendo, a un Dios íntimo, al que le habla en los duros esfuerzos y en la enfermedad o pérdida de un familiar.
Esos son los que enamorados de todo lo que de sagrado tiene Sevilla, ven la cercanía de su Dios por las calles de su capital.
Especialmente gente del más abandonado pueblo, gente rural.
Pero también gente obrera, o gentes ancianas y solas, o enfermos crónicos o discapacitados, sin ningún peso social, aunque habiten en la capital.
La SS santa de Sevilla, también y especialmente, es un tiempo de reflexión, de oración, de hablar con Dios. Ese Dios y la muchacha virgen madre, de cada uno.
“¡Sal muchacha, sal y mira…!. Se llama Primavera y viene preguntando por ti…
Porque viene convencida
de que la luz que le brilla
se originó en la semilla
que en tu vientre se criara.
Además…, tiene en su cara
tu misma cara, Sevilla

Ese Dios íntimo que nos alivia y nos da luz a nuestros pensamientos.
Esa fuerte e intensa luz amarilla, que en primavera tiene Sevilla
Mi admirado Antonio Barbeito, ha hecho un pregón que es una oración. Suya y mía, pues ha hablado por boca de muchos que no son allegados a los organizadores, y que muchas veces son ya de inmediato juzgados.

Ni tú eres Dios ni yo soy el Diablo.
Somos hermanos de la misma Obra.
Yo te mendigo Dios, si es que te sobra;
Lo precisa el amor con que te hablo.
No vengas a clavarme tu venablo
para aumentar mi duda y mi zozobra;
Que Dios paga en Amor, y Dios no cobra
más que en Amor, amigo. Busca a Pablo.

Que ha saber si a muchos de estos les llegará este pregón, o alguien les anunciará, que en la SS de Sevilla, La Semana Grande, hubo un sevillista que habló de ellos y por ellos, de su Dios intimo y cercano. Ese que sale por las calles una vez al año, ensalzado por paisanos, entre velas, flores, músicas y olores.


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